Verano silencioso

No un poema, sino el verano silencioso. En el peso de la madera permanece la potencia del ser: los peces reviven con un roce: planeadores negros, planeadores lanzándose contra el agua. Desde el océano, acude una guerra, el hueco de un glaciar, todo el calor: ese pájaro con miedo. Nada se escucha: alguien lija la roda, se clava la astilla: regresa pronto al bosque, al olor escondido de la leña: construir iglesias, casas, tallar mástiles.

Fotografía de Montserrat Roig, dentro del proyecto https://doblecajon.com/

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Hay otra forma

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Hay otra forma de desaparecer: El viento en el trigal cuando aún verdea. Siente primero la aspereza de la espiga, un punto de furia al contraluz. Sabe que todo se seca, que se llamará mies y hoz. Pegado a la tierra,  en esa oscuridad, reconoce las camas de los corzos, topillos, el oro de julio, el de los zorros. Que habrá pan y silencio.

Fotografía de Montserrat Roig, dentro del proyecto https://doblecajon.com/

 

Nada pasa

Abril M
Nada pasa. Se posan los helicópteros al sol y al silbar de las crines. Se extinguen los incendios del verano; arden tierra adentro: hacia las serpientes y los topos, hacia el agua quieta y el animal innombrable pero grandioso, que espera con los ojos entreabiertos, como si fuera a elevarse ahora para oler el otoño. Pasa el primer pájaro, el no nacido, el de las trompas lejanas, el dorado. Nada sin embargo, salvo esta profundidad.

Foto: Montserrat Roig, de https://doblecajon.com/